martes, 6 de agosto de 2013

Un Año & Medio Sin Amor


Deje su presentación después de la señal: ‘Escritor mundialmente desconocido, cineasta psicológico. Busca protector, pareja, amigo, alma joven, sincera y fiel. De espíritu exuberante, franco, bello. Para compartir cama, charlas, pecados, perdones, vacios, miedos, combatir la furia de la soledad del invierno. Encuéntrame si puedes, estoy aquí’. Después de un año y medio sin amor a esto había llegado. A ser una presentación de 30 segundos en una línea de chat telefónico. ¿Cómo llegué a esto? Así:


Una de las primeras, realmente frías, noches de otoño, en un bar de Buenos Aires, mi amigo decide irse a dormir con su novio. Me quedé un rato más porque era temprano. Justo cuando se está por acabar mi trago y las esperanzas de que alguien se acerque, me tocan la espalda pidiéndome fuego.  Me asusto. ‘No se puede fumar acá’ le digo señalando un cartel. ‘Pero es porro’ me dice.  ‘Esto es Argentina no Ámsterdam’ le retruco. Se ríe. Tiene una linda sonrisa, uno de esos skaters, medio rubión, rapado, con piercings, expansores, piernas grandes, ropa grande y ojos claros grandes, barba. Se va a pedir fuego y vuelve con el porro prendido. ‘¿Querés?’, ‘No gracias, me da asma’ (Por si dudaba que soy nerd). Se queda fumando y mirándome, hasta que un tipo de seguridad se le acerca y le dice que no se puede fumar y que lo va a sacar si no lo apaga. Lo apaga. ‘Te dije’

Se llamaba Alejo, 26 años,  diseñador gráfico. Compramos un trago más y nos quedamos conversando hasta que me llega un mensaje de texto del Sr.Q. Me invitaba a tomar algo. Esto cerca de las 3 de la mañana. Como si pudiera olfatear a kilómetros de distancia que por unos micro-segundos había dejado de pensar en él.  Alejo se da cuenta que mi cara cambió y me pregunta si me estaban invitando a coger. ‘No’. ‘¿Es tu novio controlándote?’, ‘No, no tengo novio’. ‘¿Quién te escribe a esta hora?’, ‘Un amigo’. Me mira con cara de no te creo nada. ‘Bueno, es complicado’. ‘¿Te gusta?’. ‘Estoy tratando de que no’ le respondo.  Mientras, trato de pensar si responder o no al Sr. Q., Alejo me dice: ‘No deberías contestarle entonces’.  ‘Tenés razón’.  Guardo el celular y le pregunto si él tiene novio. ‘No, tengo alguien complicado pero nada serio, sino no estaría acá con vos’ (Punto a su favor).  Mas tarde mientras conversamos, se va acercando demasiado mientras hablamos, podía sentir que nos íbamos a besar. Me encanta esa parte en la que ya estás seguro de que va a suceder. Finalmente me gana unos besos con su sonrisa, eran de esos besos animales pero suaves, cargados de pasión sin pasarse. Fuertes pero tranquilos. Perfectos. Me dice de ir a su departamento porque ya empezábamos a llamar la atención demasiado. Le digo que preferiría un lugar más neutro. El argumenta que se sentiría mejor en su casa, queda cerca y es gratis. Me dice que no va a fumar. Me convence y vamos. Pero lo que menos hacemos es conversar. Como era de esperar, le gustaba el sexo fuerte, comenzamos con unos besos y mordiscos en el sillón. Estábamos tan imparables que no perdimos el tiempo yendo a la cama. Todo sucedió ahí mismo hasta que finalmente terminamos contra la pared. Lo había logrado, no había pensado en el  Sr. Q. ¿El Sr. Q-uien?. Estaba contento y me acordé de lo bueno que era tener sexo. De tanto sufrir por amor (o por desamor mejor dicho) me había olvidado de lo bueno que estaba tener sexo.  Me pregunté si el verdadero amor debería sentirse así, como dolor.  Si alguien no te hace bien o te cambia la cara y el ánimo para mal, ¿no debería ser eso suficiente para que deje de gustarte? ¿O nos encanta ser esclavos del dolor?¿En qué momento una relación sado-masoquista se convierte en una solo-masoquista?¿Cuál es el umbral del dolor cuando nos sometemos a los latigazos al corazón?


El S&M (Sado-masoquismo) es un práctica, por lo general sexual,  en la que ambas partes disfrutan de proporcionar y/o recibir actos de humillación, violencia física y/o verbal, siempre consensuada por ambas partes. No sé bien porque pero hace unos años que me gusta esta práctica sexual, de alguna forma la veo como más divertida, apasionante y sincera. Además de que mi umbral de dolor es bastante alto. Me gusta practicarlo siempre que puedo, hasta cuando tengo sexo telefónico, porque me excita más que el sexo telefónico ´genérico’. En ese caso todo está librado a la imaginación por lo que cada uno crea en su mente una imagen ideal mientras escucha al otro hacer lo que le pide o dar órdenes al oído.  

En el juego de roles en vivo, antes de comenzar ambos se ponen de acuerdo en una palabra o código (por ejemplo ‘rojo’) que indica que el masoquista llegó al máximo de dolor que puede soportar, en ese momento el sado se detiene. En 1994 el S&M fue sacado de los libros de los trastornos mentales y ahora se considera una de las prácticas sexuales más saludables. Ahora bien, en cuanto a las relaciones amorosas sado-masoquistas, en las cuestiones del corazón, ahí mi umbral del dolor es mucho más bajo. Pero claro, en esos casos no tenemos ningún código para detener el dolor, sino, todo sería mucho más fácil ¿no?.  Lo del Sr. Q se había vuelto así, algo que rozaba un trastorno mental. Cuando no lo veía estaba todo bien, pero cada vez que me escribía o me demostraba un mínimo de atención, yo volvía como desesperado a ser su esclavo. Pero eso no era culpa de él. Yo había decidido ponerme en ese rol y había momentos en que lo disfrutaba. Siempre me quedó la duda de si a él le gustaba su rol o si lo hacía en consecuencia de lo que yo elegía. Si era sádico natural o si lo hacía para complacerme.

Alejo, en cambio, era extremadamente complaciente. El quería que me quede a dormir, aunque su cama no era demasiado grande, hasta ofreció dormir en el sillón. Pero decidí volverme al hotel. Se vistió y me acompañó hasta abajo aunque no tenía que hacerlo (otro punto a su favor). Sus besos de despedida (más puntos a su favor).




Al otro día, yo era otra persona, estaba alegre, me desperté para desayunar en el comedor del hotel. Mientras me servía el café veo un tipo canoso que me parecía conocido. Era el veterinario con el que había tenido sexo animal en su misma veterinaria hace muchos, muchos años. Obvio que no me reconoció, en esa época yo tenía 20 kilos más y otros anteojos, otra cara. Él le preguntaba a su novio si quería tostadas. Tenía un anillo ahora, así que quizás era su esposo. Los observé mientras trataba de no atragantarme. Parecían felices. Ahí comencé a dudar de nuevo si contestarle al Sr. Q., ¿y si por fin se dio cuenta que le gusto?¿y si me invita a tomar algo para decírmelo?¿y si todo salía bien y muy pronto era yo el que le hacía tostadas? Esclavo de esas dudas, le escribí explicándole porque no le había contestado, que me hubiera encantado tomar algo pero estaba un poco lejos. Me contestó en el acto para variar, diciéndome que cuando volviera me invitaba a su casa así le contara de mi viaje y así nos poníamos al día. Ya me tenía a sus pies de nuevo.

Unos días después, ya en Córdoba, había llegado el gran día. Me desperté temprano, salí a correr, pensé que ese podría ser un gran día, el comienzo de una nueva vida. Estaba nervioso pero contento de estarlo, contento de que lo iba a ver a solas. Tenía que relajarme y tratar de no parecer desesperado. Claro que cuando abre la puerta y me abraza, es como si me pusiera una correa. Cenamos comida china mientras escuchábamos música y nos pusimos al día. Le conté de Buenos Aires, de lo que había hecho y él me contó de sus novedades. Todo parecía una cita, hasta que llegamos a hablar de temas sentimentales: ahí me contó que había conocido un chico nuevo hace poco, que estaba muy bien con él y que estaba en esa parte del enamoramiento en la que está pensando en él todo el día. Le dije que sabía exactamente de que hablaba, pero claro, no le dije que me pasaba todo el día con él.  En mi cabeza se escuchaba un solo grito: ‘¡ROJO!! ¡ROJOO!!!’. Como si fuera poco me dijo que lo había conocido esa noche que me escribió el mensaje, que finalmente había salido con sus amigos y ahí se habían conocido. Se sentían como latigazos al corazón y si que dolían. ¡ROJOOO! Había llegado al umbral máximo de dolor. Tenía ganas de gritarme a mí mismo y golpearme por haberme sometido a ese dolor, por haber caído de nuevo sus cadenas. Era todo culpa mía por esclavizarme a un amor solo-masoquista.


Me quedé un rato más pero después no aguanté, entonces inventé una excusa para irme. Me acompañó hasta la puerta donde nos despedimos con un abrazo y me preguntó: ‘La pasaste bien’ y yo con un poco de ganas de llorar le dije: ‘Siempre la paso bien con vos’. Lo solté y me fui escuchando mi mp3 para no pensar en nada. Justo sonaba ‘The Game Of Love’ de Daft Punk. Que cruel.

Pero bueno, por más que duela, así es el juego del amor, a veces se gana, a veces se pierde. A veces se es el sado y a veces el masoquista. Le deseo lo mejor Sr. Q: Señor, Que-sea-muy-feliz. Quizás algún día sepa lo mucho que lo quise. Por otro lado, quizás sea él el que no esté preparado para un gran amor, quizás le da miedo a someterse a algo tan intenso como lo que tengo para ofrecer. Eso no es culpa de nadie, son las reglas del juego.

Volví a mi casa exhausto como si viniera de una sesión de S&M intensa. Después de un año y medio sin amor, quizás sea hora de cambiar ciertas cosas. De ahora en más, el único sado-masoquismo que voy a practicar será en la cama o en el teléfono.  No en el corazón.

Pablo M. Acuña


 Pregunta para el foro: En las relaciones amorosas ¿Cuál es tu límite del dolor? Por lo general ¿Sos el sado o el masoquista?