lunes, 25 de julio de 2022

Vértigo


‘Ha sido un aventura amarte en las alturas. y ese vértigo en el suelo no se va. Pero han sido tres intentos repletos de argumentos. Cuando no se trata de quién puede más. A veces con amar no basta’ - Pablo Alborán


Unos meses adentrado en una Pandemia Mundial, SI, estaba enamorado de Mateo, pero a medida que pasaban los días nuestra reciente resucitada relación, si podemos llamarle así, era demasiado endeble para resistir lo vertiginoso de los tiempos.

Cada semana el número de muertos aumentaba y parecía que esto iba para largo. Estábamos encerrados, desesperados y preocupados, lejos de nuestros afectos, de nuestra familia y de nuestros amigos. Los tapabocas se convertían de a poco en un accesorio fashion, la incertidumbre crecía acerca de cuánto iba a durar todo esto. Las semanas de cuarentena estricta y las restricciones se renovaban infinitamente. Bañando todo en alcohol, limpiando víveres uno por uno, olfateando las cosas para asegurarnos de no haber perdido el sentido del olfato. Los médicos sin ponerse de acuerdo en la televisión, los grupos de whatsapp reenviando conspiraciones mundiales. Gente escuchando trompetas apocalípticas en el cielo y los casos se acercaban cada vez más a nuestra provincia. Tragando saliva para asegurarnos de tener sana la garganta. Contando los metros en los que nos podíamos mover y yendo a los supermercados, sólo para estar un rato fuera de casa. Saliendo a aplaudir al personal de la salud al balcón a las 9 de la noche. Ventilando los espacios, pero cerrándolos para no enfermarnos por el frío. Esto y muchas locuras más pero aún sin tener una cura a la vista.

Era de esperar que volvieran mis ataques de pánico, sentirse ahogado de la nada y creer que todo era un síntoma de la enfermedad. Todo comenzó a afectarme mucho más de lo que creía. Anímicamente estaba sensible, triste, abrumado, había días que entraba en un espiral mental y no podía parar de llorar. Pesadillas y hasta parálisis del sueño. Me sentía un poco desequilibrado.


Lo único que me distraía un poco, eran los mensajes de Mateo. No me importaba de que fueran, recibirlos ya era tranquilizador. Aunque cada vez estábamos más lejos de volver a vernos, de vez en cuando nos tirábamos unos perritos. Todo este mini-enamoramiento, ayudaba a alejarme del precipicio emocional.

El encierro nos puso cara a cara con nuestro yo interior y para los que vivimos solos, la única opción era enfrentarnos con esos fantasmas. Estábamos solos con nuestros pensamientos y lo único que podíamos hacer era maquinar la cabeza. Ahí es cuando pensé si los sentimientos hacia Mateo eran en realidad una forma de enfrentar toda esta situación apocalíptica o si realmente estaba full enamorado.

Siendo honesto, yo estaba enamorado de Mateo desde antes, y todo esto de la pandemia, fue inesperadísimo. Quizás si había un poco de proyección, pero ¿acaso no hay un poco de proyección e idealización en todas las relaciones cuando recién comienzan?. En la columna anterior dije que el enamoramiento puede ser unilateral y de todas formas hacerte sentir vivo. Y eso era lo que me sucedía, el enamoramiento con Mateo me levantaba de la cama, me hacía olvidar de la tristeza y de todas las cosas feas. Las horas que no conversábamos, a veces miraba sus fotos viejas, para saber más de él. Y cuando me enviaba videos haciendo cosas, de alguna forma, lo sentía más cerca. Todo estaba funcionando muy bien. ¿Pero acaso esto no era demasiado peso para adjudicar a una persona que todavía no terminé de conocer del todo?¿demasiado por unos cuantos mensajitos de WhatsApp?¿Y él, qué sentirá realmente por mí?¿Yo tenía esa misma función sanadora para él?


Al principio de un enamoramiento, estás en ese limbo de no saber si las cosas que te escribe el que te gusta tienen un entrelineas interesante o si está todo en tu cabeza. Si te perdiste algún chiste porque todavía no entendés bien su código de escritura. Eso me sucedía con los textos de Mateo, pero a medida que pasó el tiempo lo fui entendiendo un poco más, y descubrí que siempre que quería profundizar en algo personal de él, me tiraba un chiste o se iba por la tangente. En el fondo era bastante cerrado y nunca quería hablar de cosas muy personales. Quizás nuestro chat, para él, era simplemente una distracción para entretenerse un rato. Mientras que yo lo que quería era conocerlo mucho más. Si, ahora escribiéndolo, sé como suena, yo esperando que un signo de aire no se distraiga, y que se abra sentimentalmente por mensajes de texto. Qué iluso. Pero bueno, comprendan, estaba enamorado. Enamorado y colapsado en medio de una tempestad.

Ya habían pasado más de un mes de pandemia y cuarentena, los casos comenzaron a llegar a algunos familiares cercanos y hasta cobrarse algunas vidas de conocidos. Me costaba demasiado dormir por las noches. Pasaba horas distrayéndome viendo vivos de Instagram de gente jugando al tuti-frutti. Mi preocupación por mi familia y conocidos iba aumentando. Estaba ansioso, hipocondríaco, paranoico y hasta me había vuelto el asma un poco. Las conversaciones con Mateo iban disminuyendo, o se acortaban en duración. Una parte de mi no quería abrumarlo con todo lo que me pasaba, así que sólo le contaba cosas superficiales, o hacíamos chistes de humor negro. Él muchas veces se tomaba su tiempo en contestar, o contestaba con risas y stickers. Sin seguir la conversación. Sabía que todo se estaba diluyendo entre nosotros. A veces pensaba, si me había quedado demasiado aferrado al recuerdo de la primera vez que nos vimos en vivo. Que tuvimos una cita, sin tener una cita, y todo fluía, todo era cómodo y reconfortante. Pero por ahora, de vernos ni hablar. Estábamos en esa época de la pandemia que te daba miedo contagiar y enfermar (o hasta matar) a un familiar. Lo único que me faltaba, matar a la única persona de la que me había enamorado en años, ja.


Quizás le estaba poniendo demasiado drama a todo esto. Podía ser simplemente que él era muy amable y que ahora que me conoció en profundidad, simplemente no le gusté, o no hubo la química que esperaba, o no se sentía cómodo haciendo todo esto virtualmente. También podía ser que esté saliendo con alguien, o que haya alguien que le interese más. Porque también era cierto, que él, a estar lejos de la ciudad, no estaba tan encerrado como nosotros, así que podía ser que el simplemente estuviese disfrutando su libertad, disfrutando su vida. Quizás teníamos que ser pacientes y esperar a que todo esto termine y retomar más adelante. Tal vez su manera de comunicarme esto, era dejar de comunicarse conmigo y punto. De a poco sus mensajes fueron mermando y él ya no me escribía por su cuenta. Si yo no le preguntaba algo, él desaparecía por semanas.

Y si, me entristeció, porque me costó tanto enamorarme de nuevo, que justo tenía que pasar todo esto. Que un virus nos mantenga alejados de otras personas, de nuestros afectos, la verdad era inimaginable. Parecía que estábamos en una película. Pero bueno, en un punto, esta vez, estaba fuera de nuestras manos. Es muy loco, porque la última vez que lo vi a Mateo, una parte de mi sintió que íbamos a estar unidos por un largo tiempo, que iba a formar parte de mi vida, estaba seguro de eso. No sé porque. Y ahora todo era incertidumbre pura.


Es difícil, pero hay que aprender a no proyectar y no encapricharnos en que nuestras relaciones sean como nosotros pensamos que necesitamos que sean. A querer cambiar al otro para que sea como nosotros queremos que sea, porque de alguna forma, eso sería, inconscientemente matar a la persona de la que nos enamoramos. Tal como pasa en la película de Hitchcock, Vértigo, donde el protagonista se esfuerza tanto en convertir o transformar a su amante en su difunta ex que, de alguna forma, termina empujándola hacia el mismo trágico final. Es probable que todo tenga que ver con la pulsión de querer controlar algo, una mínima pizca, de todo lo incontrolable que estaba sucediendo en el mundo. Pero por otro lado pensaba: si a mi se me ocurre, en medio de todo este caos mundial, pensar en algún momento del día en él y en como estará sobrellevando todo, si a mi me surge escribirle para preguntarle, ¿por qué a él no se le ocurre hacer lo mismo?¿Cuál es el límite entre la intensidad y la empatía?

Puede ser que esto sea una necesidad sólo mía, pero hasta me pasa con mi grupo de amigos. Si veo que hay alguno que no aparece por un tiempo largo, me preocupo, le escribo, le pregunto si está bien. ¿Estoy pidiendo demasiado?


Con todo esto en la cabeza, y después de muchos días sin saber de Mateo, me desperté una mañana y pasó algo inesperado. Comencé a marearme. Toda la habitación giraba en mi cabeza y si cerraba los ojos era peor. No podía mantenerme en pie, ni sentado y comencé a sentirme muy mal. La vista se me nublaba, comencé a tener nauseas y vómitos (perdón, no hay una manera más elegante de decirlo), era preocupante porque no se detenía. Mientras estaba ahí tirado en el piso del baño, pensé, de verdad, que ese era mi fin. Lo primero que pensé era que me había dado algo del orden cerebral. Pensé en llamar a mis padres inmediatamente, más que nada para despedirme. Pero primero llamé a emergencias.

Para cuando llegó, que por suerte fue rápido, ya se me había pasado un poco, pero todavía me sentía muy mareado y algo asustando. Como pude le abrí al paramédico y me revisó. Me dijo que había tenido un episodio de vértigo. Probablemente provocado por el estrés. Me explicó sobre el tema y me recetó unas pastillas. Y después me preguntó si vivía solo o si tenía a alguien para ir a la farmacia o controlarme las próximas horas por si pasaba algo. A lo que contesté aguantándome el llanto: No, estoy solo. Le dije que podía llamar a mi hermano. Debe haber visto mi desolación y me contestó que no había problema, él se iba a quedar un rato hasta asegurarse que me sienta mejor. Hizo té para los dos y se puso a llenar papeles mientras esperábamos a que se me pase el mareo.

Conversamos un poco y me dijo que quizás estaba sobre estimulado por todo lo que estaba pasando. Me aconsejó meditar o simplemente, a veces lo que uno necesita es apagar todo, salir un ratito al balcón y ponerse al sol con los ojos cerrados. Y no pensar en nada.

Si, habían sido meses tumultuosos, llenos de estrés y montañas de malas noticias. Tener un conteo de muertes diarios, todo ese dolor se termina impregnando en tu vida. Después de ese día, tomé el consejo del paramédico, me ponía musiquita, un té y salía al balcón a disfrutar el solcito. Eso me hizo sentir mucho mejor.


Conclusión, el enamoramiento es un hermoso pero vertiginoso precipicio, no por nada en inglés se dice ‘falling in love’ (caer en el amor), es una excitante adrenalina, pero a veces no basta. En este mundo y a estas alturas, a veces, lo único que hace falta es que alguien se preocupe por vos un ratito.

Escrito Por Pablo M. Acuña

Pregunta para el foro: En cuánto a las relaciones pospan* ¿sentís que todos están más intensos o más empáticos? 
*pospandemia

jueves, 10 de febrero de 2022

La Aventura De Una Vida (Especial Columna 100)



‘Siento mi corazón latiendo bajo mi piel, siento mi corazón latiendo, porque vos me haces sentir, como si estuviese vivo otra vez…Si solo tenemos esta vida, esta aventura, entonces quiero compartirla con vos’ – Coldplay


Había matcheado nuevamente con Mateo en la aplicación de citas. Esto significaba que su enojo de alguna forma había terminado, después de haberme bloqueado por más de un año. Ahora la pregunta era ¿quién iba a dar el primer paso y comenzar la charla?.

Yo estaba contento, porque más allá de todo lo que pasó, había estado pensando en él durante esos meses, haciendo un mea culpa de como lo traté y de cómo terminaron las cosas. Mi idea siempre fue ir de frente con eso, con unas disculpas sinceras, antes de recomponer lo que sea que se estaba formando entre nosotros. Es difícil dar segundas oportunidades, y dudaba si realmente me las merecía. Yo por lo general no las doy, no me gusta dar pasos hacia atrás. Por eso me intrigaba saber ¿cuál fue el objetivo de Mateo al ponerme nuevamente un corazón en la app?. De repente, comencé a dudar si había sido un error, un fallo en el sistema de la app. ¿Realmente querrá perdonarme o, por el contrario, querrá reclamarme algunas cosas?. No creo que el fuera tan rebuscado, de hecho, es bastante chill. 


Como sea, decidí dejar de dar vueltas y que sea lo que tenga que ser. Rompí el hielo y por suerte me contestó de inmediato. El hizo alguna broma, como si nada hubiese pasado. Pero yo fui directo con lo de pedirle disculpas. Me dijo que no hacía falta, que todo fue un malentendido y que quedó en el pasado. Aún así insistí con explicarle lo que me había pasado. Mi situación sentimental en ese momento era un caos. Por un lado estaba de duelo por el Sr. Q,  estaba muy frustrado conmigo mismo, y otra gente histeriqueándome alrededor, la verdad, no estaba en mi mejor versión. Y lo entendió. Y seguimos bromeando como siempre.

Me alegró recuperar nuestro vínculo, ahora mi desafío era descifrar que tipo de vínculo era. Uno pensaría que después de más de 15 años y 100 columnas, esto se hace más fácil. Pues no mi ciela. Quizás aprendimos algunas cosas, pero en las relaciones, en el sexo y en el amor, todo está cambiando constantemente. Como cuando mirás un caleidoscopio, te movés un poquito, y todo es completamente nuevo y diferente. La única certeza es que nadie tiene idea cómo se hace esto. Qué cosas funcionan y qué cosas no. Sólo nos queda aprender de los errores y de los aciertos. Nuestros y de los demás (léase amigos). Ah y nunca dar nada por sentado. Eso es importante. Muchas veces, como mecanismo de defensa boicoteamos situaciones antes de que empiecen. Por miedo al rechazo, por miedo a salir lastimados de nuevo. Y hasta proyectamos en el otro situaciones que no están sucediendo en realidad. Es simplemente nuestro miedo manifestándose. A eso, es mejor hacer oídos sordos. 

Es posible que años de intentar relaciones fallidas en esta ciudad, te hagan un poco más reacio a todo o te dejen cicatrices profundas en el corazón. Ya lo decía Cortázar: ‘el truco es volverse fuerte de corazón, sin perder la ternura del alma’.


Pero no se preocupen, no todo es oscuridad, también hay un lado positivo. Siempre hay alguien nuevo a la vuelta de la esquina, en el parque, en el supermercado, o cruzando las sierras. Y no hay nadie tan malo, ni nadie tan bueno, todos nos estamos formando en la eterna carrera de Educación Sentimental. ‘Somos diamantes tomando forma’ como dice la canción. Hacemos lo mejor que podemos. Ahora sabemos, o eso creo, sobre la responsabilidad afectiva, sobre la toxicidad en las relaciones y estamos en ese proceso de deconstruirnos cada día un poco más. O deberíamos estar. Tenemos mil apps de citas para contactarnos, casi que hacen todo el trabajo por nosotros, y toda una ciudad hermosa para salir a jugar. (o bueno, eso pensábamos antes de la pandemia).


Al principio de estas columnas, lo más cercano a esto era el fonochat, y muchos recordarán los complicado que era relacionarse o conectar con alguien de ahí. Aunque digamos la verdad, también era adrenalínico conocerse a ciegas. Esperar nerviosísimo a alguien que solo te habías imaginado de acuerdo a su voz. ¿O se acuerdan lo que era acercarse en el boliche a hablarle a alguien?¿darle en un papelito tu celular?. Con el tiempo se fue perdiendo todo eso. Pero fue bueno haberlo vivido. 

Unos meses después de reconectar con Mateo, estaba tratando de entender mis sentimientos hacia él. Recordemos que él no vivía en la ciudad y que venía muy poco. Por lo que no nos habíamos visto frente a frente nunca más. Y yo, desde acá, sobreanalizando todo, sus subtextos, sus silencios, hasta sus carcajadas. Todavía no entendía si me había perdonado realmente. Si había cambiado algo entre nosotros. Esta vez, yo traté de ir más de frente y tirar indirectas casi directas. El se tomaba todo con humor, lo que me confundía aún más, ¿le gustaba o me estaba friendzoneando? ¿o acaso estaba saliendo con alguien más y todavía no se animaba a decirme?

Yo creo que, por mi parte, lo tenía claro. Por como me ponía cada vez que me escribía. Por todas las veces al día que algo me hacía pensar en él. Por como lo extrañaba por momentos y por todo el tiempo que me dedicaba a pensar en cómo y qué escribirle. Por como en ciertos momentos del día me distraía pensando en él y sonreía, lo descubrí: SI, ESTABA ENAMORADO.

No lo podía creer. Finalmente había sucedido. ¿Saben cuanto tiempo busqué volver a sentir este sentimiento?. Creía que ya no iba a regresar y no podía estar tan feliz de que haya regresado. Las vueltas de la vida.


Es muy cursi lo que voy a decir a continuación, pero no me importa: ¡QUE LINDO ES ESTAR ENAMORADO!. La energía y la potencia que le mete a la vida, es casi sobrenatural, descomunal, extraterrestre. Literal te dan ganas de caminar por las paredes, salir al balcón y gritarlo como un gol. Y al mismo tiempo es algo tan absurdo, no sólo porque te dan ganas de sonreír, sino porque puede ser un sentimiento individual y unilateral. Podés estar viviéndolo por años en soledad y aún así, te hace sentir tan vivo.


Tenía que descargar toda esta energía de alguna forma. Así que tomé una botella de agua y regresé a correr al Parque Sarmiento como en los viejos tiempos. Agitado y casi sin aliento, de repente lo crucé. Mi corazón no sabía si salirse del pecho o quedarse inmóvil. Era él, el chico al que le había dedicado la primera columna. Llamémoslo Federico. Claramente volvía de su trabajo. Aunque yo estaba todo traspirado y pálido, era inevitable evitarlo, ya que venía de frente. Él sonrió y se detuvo, yo me saqué los auriculares. ‘Estoy todo traspirado’ le dije dándole una palmadita de lejos y tratando de no infartarme. Por supuesto él estaba impecable. Sus pectorales y sus brazos explotaban debajo de su remera. Prolijo, impoluto. Conversamos un ratito de nuestras vidas, hace mucho no nos cruzábamos. Por esas vueltas de la vida, él se había enterado que le dediqué las primeras columnas pero nunca lo conversamos frente a frente. Siento que él nunca quiso incomodarme, o incomodarse. Nunca pasó nada entre nosotros, siempre estuvimos desincronizados. Aunque siempre estuvo a unos pocos grados de separación, dando vueltas alrededor de mis alrededores (léase amigos). Recuerdo lo enamoradísimo que estaba de él, al borde de la obsesión. Siempre me pregunto ¿qué hubiese sido de mi vida si pasaba algo entre nosotros?¿Seríamos pareja aún hoy?¿Cómo hubiese sido despertar a su lado todos los días?¿Cuán distinto sería todo?¿qué hubiese sido de la vida de estas columnas?¿Qué hubiese sido de mi sin este espacio de catarsis, autoayuda y reflexión?. En fin, así es esta ciudad, un día decidís moverte por un lugar distinto, doblar en una calle diferente y te chocás con una aventura no explorada.


Llegando a mi departamento, me crucé con las primeras personas con tapabocas. Pensaba que estaban siendo un poco exagerados. Pero no. Se acercaba una pandemia y yo no tenía idea. 

Mientras me duchaba pensaba en Mateo, en las ganas que tenía de verlo, practicaba cosas para decirle cuando nos veamos. Planeaba lugares a donde ir y estrategias sutiles para que sepa que quería algo más que una amistad. Sonreía de la gracia que me hacía a mi mismo, de lo contento que estaba. Como verán, yo seguía en la luna de Valencia, pensando en volverlo a ver. Se dice que la expresión se originó cuando la ciudad de Valencia todavía estaba amurallada y si por distraído llegabas después de las 10, te cerraban las puertas en la cara y tenías que pasar la noche bajo la luna. Quién diría que 150 años después, en medio de una cuarentena estricta, lo único que íbamos a querer es que nos dejaran pasar la noche bajo la luna. Quién diría que después de los 30, me iba a volver a enamorar, en medio de este caos, en el final de los tiempos. Pero así son las vueltas de la vida, una rueda de la fortuna. Todo estaba a punto de cambiar, una nueva normalidad, una nueva forma de amar y conectarnos. La seducción con la boca tapada y hasta una nueva vida sexual. Era el fin de una era.


Después de bañarme, post-masturbación, ya un poco más relajado y revitalizado, me animé a invitar a Mateo a Córdoba, para volvernos a ver, salir a tomar algo por ahí. Me dijo que no creía que iba a poder pasar con todo lo que estaba sucediendo. Era finales de marzo 2020 y yo, iluso, le dije que seguro en unas semanas terminaba todo e iba a poder cruzar a la ciudad. Pero no fue así y a medida que pasaban las semanas, cada cadena nacional del presidente, todo se complicaba un poco más. Y me preguntaba: ¿iba a resistir nuestra endeble relación a una pandemia mundial?¿Acaso este enamoramiento será mi salvación en medio de esta tempestad o terminará por hundirme?


Por ahora, déjenme de este lado de la muralla un ratito más, me quiero quedar en este momento. Disfrutando el enamoramiento bajo la luna cordobesa. Disfrutando la impredecible aventura del amor. Gracias por acompañarme durante estas 100 columnas, por la aventura de una vida. Gracias a lgcba.com por este espacio. ¡Y salud! ¡Por las próximas 100!

Escrito Por Pablo M. Acuña

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