domingo, 24 de mayo de 2020

Sobreviviendo En La Ciudad (Parte 2)




El flash de un relámpago me hace entrar de nuevo a mi depto, la luz sigue sin volver. Pero ¿dónde estaba? Ah si, por contarles si entraba al cine a espiar a mi ex y el chico nuevo con el que estaba. Por supuesto que no entré. Soy dramático pero no tanto. Simplemente fui a correr y descargué todos esos pensamientos en el Parque Sarmiento. Después de tanto desgaste obviamente quedé muerto. Tratando de no enroscarme. El antiguo Pablo se hubiese convertido en el FBI Gay y se hubiese puesto a investigar al chico. Pero no tenía fuerzas para torturarme así. Ya está. Y si Rodrigo volvió con su ex o no, ya no importaba. 


Ese fin de semana pensé en quedarme tirado mirando series, pero uno de mis amigos me invitó a Zen para levantarme el ánimo, salir un poco. Y allá fuimos. La pasamos estupendo, ahogando las penas en la pista. Estaba particularmente lleno esa noche, por lo que nunca me había dado cuenta que Rodrigo estaba ahí. Y si, ¡adivinaron!¡con un chico!. Otro diferente al del cine. Bailando en el medio de la pista, muy acaramelados. Por suerte, para cuando me di cuenta, faltaban 20 minutos para que termine la noche. Le dije a mi amigo de irnos sigilosamente un toque antes. El acepta y cuando miré por última vez hacia la pista, entre un flash de luces, veo a Rodrigo besarse con el chico en el medio de la pista. Esos éramos nosotros hacia unas semanas. Si apagaban la música en ese momento se hubiese escuchado como se me partía el corazón. Nos fuimos inmediatamente de ahí. 


Me acuerdo mirar fijo la ciudad por la ventana del taxi de regreso a casa. Si el taxista o mi amigo hacían algún tipo de contacto visual conmigo, estallaba en llanto. Pensaba si Rodrigo y el chico ya se conocían de antes, si se había olvidado de mí tan rápido y si habré significado algo para él o si fui uno más. Si me había hecho yo toda una película en la cabeza digna de tachos de pochoclos, o si todo había sido una mentira. 

Era chico y en ese momento, lo sufrí bastante. Después entendí que siempre va a ser así, a algunas personas les cuesta mucho menos encontrar oportunidades para pasar de una relación a otra. E inevitablemente uno de los dos siempre va a conocer a alguien antes que otro. ¿iba a cambiar algo si esto pasaba unas semanas después?¿un mes después?¿si me enteraba o si no me enteraba? La verdad que no. Porque cuando querés a alguien de verdad, querés que esté bien, que sea feliz. No sé, no me salía tenerle bronca en ese momento, ¿está mal?

Esta historia tiene un final feliz, aparentemente si signifiqué algo para él, porque desde entonces pudimos superar todo y ser muy buenos amigos. Y ahora hasta nos reímos de esto. 

Tres Tequilas En La Ciudad

En esa época en que salía a bailar solo, cuando todavía no tenía amigos gays. En esa época en que todavía no había salido del closet y tenía que escaparme de las fiestas de mis amigos hetero para ir a los primeros boliches gay. Ahí es cuando conocí a Xavier (no se llamaba así, pero digamos que si). Lo había cruzado varias veces en ese boliche, y siempre estaba solo. Bailando en alguna esquina. Era la época en que podías ir a un boliche sólo y nadie se iba a dar cuenta, porque explotaban de gente. 


Xavier era algo serio, pero le encantaba bailar, se la pasaba toda la noche bailando y sólo iba a la barra para comprar agua, para después seguir bailando. Siempre estaba impoluto, una camisa impecable, zapatillas que no sé cómo hacía para mantenerlas tan limpias. Sobre todo porque era esa época en que se podía fumar adentro y la mezcla de las cenizas de los puchos y el fernet era letal para las zapatillas ¿se acuerdan?. Xavier era mucho más bajito que yo, por lo que hacer contacto visual era algo complicado. Aún así me esforzaba por llamarle la atención. Pero él, seguía en la suya. No hablaba con nadie, solo bailaba, casi no sonreía. De hecho, creo que nunca lo vi sonreír ¿Qué me gustaba de él? No lo sé. Quizás que estaba en la misma que yo, había algo de su melancolía que me atraía. Que fuera alguien diferente. Quizás, estaba esperando que alguien le hable, en mi mente, creía que podía ser yo. 

Hasta que una vez, quizás habían pasado unas semanas o meses después. Me lo crucé en un semáforo. Recuerdo cuál semáforo exactamente. el que conecta la Avenida Yrigoyen y la Plaza España. De frente. Pleno día nublado. Y puedo jurar que al fin hicimos contacto visual y me reconoció. Lo vi tratando de recordar dónde me había visto antes. Yo medio que no supe qué hacer. Ninguno dijo nada, solo seguimos cruzando la calle, yo en cámara lenta por supuesto. Hasta hoy me acuerdo lo azul profundo de sus ojos y como reflejaban el cielo gris de otoño. Después de cruzarlo esperé segundos para hacer la prueba de ver si se daba vuelta. Esto también es para los centennials, la prueba consistía en cuando te cruzabas con alguien en la calle, contar 10 segundos y darte vuelta, si el otro también se había dado vuelta, había algo (era nuestro match de Tinder analógico a principios de los 90’s). Pero cuando me di vuelta, ya no estaba, se había perdido entre la gente. A mi casi me choca un auto por mirar hacia atrás. 


Un tiempo después. Yo acababa de terminar mi relación tortuosa con Martín (mi segunda relación importante). Un poco ya estaba cansado de no ser yo y de sufrir solo todos mis desamores en la ciudad. Si bien ya iba a terapia, hay momentos en que necesitas contarle a tus amigos y desahogarte con ellos. Así es como, finalmente, salí del closet con dos de mis mejores amigas. Y fue genial. La felicidad que tenía ese día, de AL FIN dejar toda esa mochila atrás fue increíble. Para festejarlo, ese sábado, improvisamos una previa y decidimos ir a bailar a un boliche gay, el clásico Club V. Ellas nunca habían pisado uno y yo finalmente no iba a ir solo. 

Bailamos en la pista, nos divertimos muchísimo y brindamos con unos toc tocs de tequila (unos shots, unos chupitos o como le digan en su país). Algo que no tomaba desde la secundaria. Hacia el final de la noche, entre la gente, apareció firme como siempre, en el mismo lugar, impoluto como siempre. Xavier. Le conté nuestra no-historia a mis amigas. Ellas querían que le fuera a hablar, que me anime. Se ofrecieron para ir ellas a hablarle por mi, pero se los prohibí. Ya no estábamos en la secundaria. Quizás sólo necesitaba un incentivo para animarme: otro toc toc, o dos más. Y a por ellos fuimos. Pero la noche nos quedó corta. Se terminó la música. La gente comenzaba a irse y Xavier también. 

Afuera llovía a cántaros, pero no parecía que fuera a parar. Mientras esperábamos a que parase algún taxi, yo no perdía de vista a Xavier. Si hay alguien que sabía lo que era esperar un taxi solo, era yo. Una de mis amigas consiguió el taxi y se suben rápidamente. Pero algo en mí se despertó e hizo que esa noche me animara a hacer algo diferente. Quizás fueron esos tequilas, o la confianza de estar fuera del closet, no lo sé. Les dije que se fueran, yo iba a animarme a hablar con Xavier. Ellas aprobaron contentas y se fueron. 

La gente se fue yendo pero Xavier y yo seguíamos ahí. Cada vez pasaban menos taxis, las gotas de lluvia helada caían como dagas. Pero nada me importaba. Yo solo pensaba en como acercarme a Xavier y hablarle. Descubrí que eso de que el alcohol te desinhibe era mentira, o al menos no estaba funcionando. Algunos se cansaron y comenzaron a caminar. Solo quedamos nosotros dos y finalmente le balbuceé algo como: ‘Me parece que vamos a tener que volver caminando’. El casi que asintió, pero no dijo nada. Nos quedamos un rato en silenciosa tensión y en medio de la lluvia. Hasta que él comenzó a caminar. En mi mente, yo lo frenaba, le decía que me gustaba y nos besábamos bajo la lluvia. Mi primer beso bajo lluvia. El beso perfecto. Pero solo me animé a decirle: '¡Esperá!'. Le confesé que me gustaba con algunas palabras que me dan vergüenza reproducir en este momento y de mi bolsillo saqué una tarjeta que tenía con mi celular. No pregunten, era hace muchos años, teníamos tarjetas con nuestros números y hasta, a veces, servilletas. 


La mirada descolocada de Xavier sin decir nada mientras yo hablaba, también me quedó grabada. En un momento pensé que no me había entendido nada y hasta pensé en que era mudo. Pero finalmente habló y me dijo: ‘No, gracias’ y me devolvió la tarjeta, yo estaba tan en shock, y nervioso y todo, que no se la recibí y le insistía para que se la quede. Entonces él no tuvo mejor idea que tirarla al piso frente a mi e irse. Mientras veía como la tarjeta y mi corazón se empapaba en ese charco, Xavier se alejaba entre la lluvia. 

Recuerdo caminar hasta la otra punta de la ciudad bajo la lluvia helada. No les voy a mentir, me sentía un poco idiota por haber idealizado a alguien que no conocía y más aún por haberle dicho que me gustaba. Y sí, ese regreso a casa fue eterno y humillante. Pero esa noche la había pasado tan bien, había salido del closet con mis amigas y pensaba que al otro día les iba a poder contar sobre todo esto, que lo de Xavier, al final, era una muy buena anécdota. 

A Xavier todavía lo sigo cruzando hoy en día cuando salgo a bailar con mis amigos. No sé su nombre verdadero y nunca lo vi sonreír, ni estar con alguien. Sigue siendo un misterio para mi. Y en cuanto a mi, unos años después tuve mi primer beso bajo la lluvia y descubrí que, no sólo soy bastante resistente al tequila, sino también a que me rompan el corazón.


Regresó la electricidad y me despertó del recuerdo de estas historias. A veces está bueno recordar que gracias a esas veces que nos rompieron el corazón, hoy somos quienes somos. Un poco más fuertes y resistentes, y con la satisfacción de saber que podemos sobrevivirlas y seguir tratando. A veces cuesta darse otra oportunidad para entregarse y enamorarse de nuevo, a veces simplemente es cansador volver a empezar de cero. Quizás sea una visión optimista y cursi, caprichosa y hasta masoquista. Quizás a pesar de todo, esa parte enamoradiza de mi sobrevivió a todo. En lugar de opacarse y llenarse de odio, se hizo más fuerte. 

Al fin y al cabo es algo muy humano valorar las cosas cuando no las tenemos: cuando se va la luz, valoramos más la electricidad. Cuando no podemos salir, valoramos la libertad. Y cuando nos rompen el corazón, es horrible, lo sé, pero eventualmente valoramos más cuando nos volvemos a enamorar. Y ¿qué es una persona sin la esperanza de volverse enamorar?¿qué es una ciudad sin historias de amor y supervivencia?


Pablo M. Acuña

Escrito Por Pablo M. Acuña


Pregunta para el foro: ¿Recordás como fue tu mejor beso?

jueves, 7 de mayo de 2020

Sobreviviendo En La Ciudad (Parte 1)


´Todas esas luces llamándome, estoy al borde y listo para salir...Sobreviviendo en la ciudad. Seguir dando, seguir tomando, seguir construyendo, seguir rompiendo, seguir amando, seguir odiando, sobreviviendo en la ciudad. Seguir viviendo, seguir muriendo, seguir cayendo, seguir levantándome, seguir entregando lo que me dé la gana’ - Client Liaison


Después de un reencuentro con Martín, mi ex, y del regreso inesperado de los ataques de pánico. Estuve encerrado por un tiempo con pocas ganas de salir a la ciudad. Sabía que ese domingo caluroso y nublado, no iba a ser fácil de sobrellevar. Pero aún así logré levantarme, bañarme y hacerme un reconfortante desayuno. Justo cuando me digné a ver una comedia que me haga al menos sonreír, de repente, se cortó la luz. Cuando hay gente que extraña la soltería, es porque nunca recuerda éstos desayunos solitarios de domingo, en absoluto silencio. 

A veces cuando rememoro estos momentos para escribirlos, pienso ¿por qué no llamé a un amigo?¿por qué no salí de mi casa? Y es que siempre me olvido que a veces la tristeza se te pega al cuerpo y pesa. Y no tenés ganas que nadie te vea así. En mi caso, hasta me parece egoísta juntarme con alguien cuando estoy así. Prefiero que se me pase solo. No sé, es inentendible. Salí al balcón para tomar un poco de aire y contemplando el horizonte en silencio pensé en todas esas veces que la ciudad fue hostil conmigo, todas las veces que me han roto el corazón, en todas estas calles y como hice para superarlos. Tres historias me vinieron a la mente...


Un Té Helado En La Ciudad

Hacía pocos meses que me había mudado solo a un departamento de Nueva Córdoba, al fin era libre y estaba muy contento de comenzar una nueva etapa. En esa época todavía usábamos el teléfono fijo. Y mi contacto con el mundo gay eran las salas de chat telefónico. Para los que no recuerdan (o para los centennials) era así: llamabas a un número, dejabas tu presentación y después podías acceder a presentaciones de otras personas conectadas. Podías ir dejando mensajes de audio o si querías, aceptar una llamada en vivo. Así es como conocí a Agustín. Por supuesto, era incomprobable que se llame así, pero en un punto, no importaba. Yo para él me llamaba Joaquín. Agustín me llevaba tres años, y estaba estudiando arquitectura, a punto de recibirse. En el chat, podías ir por el lado del sexo telefónico o, cuando pintaba, solo podías conversar y hacer amigos. Yo la usaba para las dos cosas. Pero con Agustín conectamos de inmediato. El era de esos que hacía chistes malos todo el tiempo. Y eso me encantaba. Además, que era una gran compañía la verdad, ambos vivíamos solos. Nos pasábamos horas hablando por teléfono. Sobre todo después de cierta hora, salía mucho más barato, casi gratis (eran los últimos tiempos del teléfono fijo).

A veces cenábamos con el altavoz, estudiábamos y hasta nos íbamos a la cama escuchándonos. ¿Tuvimos sexo telefónico? Tuvimos sexo telefónico y del bueno. Masturbarse escuchando la voz de alguien no solo es reconfortante, sino también bastante entretenido. Hasta es un ejercicio interesante de imaginación. Créanme deberían probarlo alguna vez. Después de dos meses, mas o menos, ya habíamos tomado confianza como para pasarnos nuestros celulares. Y así, durante el día, podíamos textearnos y hasta sextearnos. (no existían las nudes todavía).


Hasta que después de un tiempo, era hora de conocernos cara a cara. Medio que lo habíamos obviado todo este tiempo y ya no daba para más. Yo estaba un poco aterrorizado porque la verdad, no estaba seguro de gustarle, ya tenía ese mambo desde esos tiempos. Pero dijimos que si todo salía mal, al menos, podíamos ser amigos. Así es como después de posponer muchas veces, un día a la salida de la facultad, me llega un mensaje para ir a merendar. Me dijo que no lo piense, ‘así nomás’, ‘sin tanta preparación, sin presión’. Y seguro me convenció con algún chiste tonto, porque acepté. Recuerdo estar pensando en el encuentro y no poder concentrarme en ninguna de las clases. Así que después de mi última clase ese jueves, me fui al baño de la Universidad y me cambié. Me escapé de mis compañeros (porque todavía estaba en el closet), seguramente les puse alguna excusa tonta y caminé a la cafetería dónde habíamos quedado. Iba a tener una verdadera cita a ciegas. No me podía imaginar como iba a ser Agustín, una vez me había dicho algo de que tenía rulos, pero no mucho más. Creo que no me hubiese importado mucho. 


Cuando llegué me había dicho que me iba a estar esperando afuera, con una campera de jean. Nos reconocimos en el acto. ‘¿Agustín?’ Se dio vuelta y era mucho mejor de lo que esperaba. Tenía rulos prolijos, unos ojos grandes imposibles de evitar y un poco de barba también prolija. Yo fui a por el beso y él me saludó incómodamente dándome la mano, desde esa distancia igualmente sentí que se había puesto perfume. Lo que me hizo pensar que lo de 'sin tanta preparación' no era tan cierto. Se puso un poco serio, y quiso que nos sentemos rápido. El me observaba de arriba a abajo, disimuladamente. Me hacía poner algo incómodo. Por suerte el mozo vino rápido y nos salvó. Me pedí un café y algo para comer que no recuerdo. Él sólo pidió un té. Traté de sacar conversación para romper el hielo, Agustín estaba un poco cortante. Se fue soltando de a poco. Pensé que quizás le incomodaba estar en una mesa en la calle. Me preguntó algo de la facultad y de cómo me estaba yendo en las clases, o algo así. Mientras contestaba notaba que el estaba atento a la gente que pasaba, no me estaba prestando mucha atención. El mozo interrumpió para traer las cosas. A él le suena el celular. Era su hermana. Había llegado antes y tenía que ir a buscarla con el auto a la terminal. Sí, ya sé lo que están pensando. Pero estábamos cerca de la Terminal, me dijo que iba a hacer eso y volvía rápido. Yo le dije que no había problema, que vaya tranquilo y vuelva. O lo dejamos para otro día. ‘No!’ me dijo, ‘Voy y vuelvo volando ¿no me creés?’. Cuando se levantó me dijo: ‘si querés dejo pagado’. Le dije que no, obviamente, que le creía. 


Puse el plato sobre su taza para que no se enfríe tanto su té, algo que mi mamá siempre hace cuando mi papá o alguno de nosotros tarda en sentarse a la mesa. Pasó media hora, una hora y decidí escribirle. Nunca me contestó. Destapé su té, que ya estaba helado a esa altura y hasta tomé un poco, porque me daba vergüenza que el mozo se diera cuenta que me habían dejado plantado. Ya suficientes humillaciones por hoy. Fue el té helado más triste de la historia. Claro, por eso nunca se pidió nada para comer, al menos tuvo la decencia de pedir lo más barato de la carta. No volvimos a mensajearnos, ni lo crucé más en la sala de chat telefónico. Quizás se cambió el nombre. ¿Acaso no estaba listo para esta situación? Puede ser. ¿No le gusté físicamente? Probablemente. ¿Era un cobarde? Si, lo era. Por suerte a esa altura ya iba a terapia y pude convertirlo en una anécdota graciosa, aunque el trauma de conocer a alguien a ciegas, me quedó por mucho tiempo. Quizás aún hoy tengo todavía un poco de eso. ¿Será por eso que casi siempre se me terminan frustrando las juntadas de Tinder? Probablemente. Al menos cuando el té helado se puso de moda más adelante yo ya lo había probado. 

Unos años después lo volví a cruzar en la calle, el estaba con un chico, probablemente en una cita. Yo estaba con mis amigos. Lo miré fijo, el me reconoció y simplemente bajó la cabeza. Yo seguí mi camino, con la frente en alto. 

Dos Pochoclos En La Ciudad


Hacía apenas 5 días habíamos decidido no seguir intentando con Rodrigo. Si bien yo quería seguir dándonos una oportunidad, él ya se había rendido aparentemente. El golpe fue muy abrupto. Hacía pocas semanas éramos ‘oficialmente’ novios. Y yo no podía haber estado tan contento. Es que hacía mucho que no me sucedía que alguien que me gustaba, AL FIN, también gustara de mi. Físicamente me parecía demasiado para mi, la verdad. Pero más allá de eso, estaba contento porque el camino y cómo llegamos a donde llegamos había sido lindo. Y, para variar, no era de esos tipos creídos con los que me obsesionaba seguido. Le tenía mucho aprecio como persona. Todavía le tengo. 


Es por eso que no tuve mejor idea que salir a contarlo a los 4 vientos. Hasta a mi familia, mis amigos de Santiago, los que vivían afuera. Todos sabían quién era Rodrigo. Hasta estaba planeando cena de presentación oficial. Un poco intenso, lo sé, pero estaba feliz, no medía. Unas pocas semanas después, Rodrigo me envía un mensaje por el chat, de que teníamos que hablar. Y todos sabemos lo que eso significa. Cortamos. Si bien decidimos seguir siendo amigos, decidí alejarme un tiempo para procesar todo.

Cinco días después, camino al parque para correr y distraerme un poco, lo cruzo a lo lejos. Era él, Rodrigo y otro chico. Un chico que creo era uno de sus ex. Inmediatamente me metí a un negocio random para que no me vea. Parte de mi quería seguir al parque, pero fue más fuerte que yo, quería ver hacia donde estaban yendo. ¿una cita?¿a la casa de él?¿a una juntada de amigos?¿habían vuelto?¿por él me había dejado?


Hice de todo para que no me vieran, además estaba en short y con una botellita de agua, yendo en dirección opuesta al parque. Era altamente sospechoso. Los perseguí y me di cuenta que estaban yendo al Patio Olmos. ¿Entré? Entré. Inmediatamente sabía a dónde estaban yendo. Al cine. ‘Se puede ir al cine con un amigo’ - me intentaba autoconvencer-. Rodrigo estaba relajado y tranquilo. Quería ver si había tensión sexual entre ellos, qué película iban a ver, si compraban 2 pochoclos o el combo de parejas. ¿Qué hago?¿Entro a la película con ellos? …


[Continuará…]

Pablo M. Acuña

Escrito Por Pablo M. Acuña

Pregunta para el foro: ¿Cómo fue la última vez que te rompieron el corazón?